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Capítulo IV – Desesperada



—¿Cuál era su vínculo con el señor Locker Errol?

—Bueno —Daniel Parker tamborileó los dedos en la mesa antes de responder—. Nos conocimos en el viaje y hablamos mucho. Fue con quien mayor afinidad logré en el crucero. Lo que le sucedió es una verdadera lástima y todavía no puedo creerlo. Nuestro vínculo, supongo… fue muy bueno, mientras duró.

—Entiendo. ¿El señor Locker mencionó si alguien tenía intenciones de hacerle daño? ¿Le mencionó si tenía algún enemigo?

—Nada como un enemigo, que yo sepa. Siendo honesto, solo se la pasaba hablando de mujeres. Como cualquier adolescente, ¿no?

El oficial asintió y dejó un celular sobre la mesa.

—¿Conoce este video, señor Parker?

—Si. Lo había visto. Es más… yo estaba ahí cuando eso pasó.

—¿Usted estaba al tanto que el señor Locker había consumido laxantes adulterados en su estadía en el crucero?

—No. De eso no tenía ni idea.

—¿Sabe quien pudo haberle hecho tomar los laxantes?

—Bueno… —La mente de Daniel recordó a Ada—. Pudo haber sido cualquier persona. Es decir, hablamos con mucha gente ese día. Era un crucero. Lo único que hacíamos era beber e intentar… ya sabe.

—No. No lo sé.

—Acostarnos con chicas. ¿Ok? Nada de otro mundo.

—¿Y alguna de esas chicas pudo haber colocado alguna sustancia en sus vasos? ¿O les ofreció algo extraño para tomar?

—Si lo hicieron… yo no me enteré.

—Entiendo. Pasemos al accidente. El señor Locker fue encontrado muerto alrededor de las 23:25 en la zona de popa, más específicamente, en un pasillo frente al salón de spa y el gimnasio. ¿Tiene idea de porque se encontraba allí? ¿Porque no siguió las indicaciones del capitán? ¿Que lo llevó a esa zona en particular?

—Bueno…

«—¡Hey! ¿A donde vas? ¡Tenemos que ir hacia el centro del barco! —gritó Daniel».

«—¡Vete tu! ¡Maldito traidor! ¡No quiero volver a verte la puta cara de nuevo! —dijo Errol, empujándo a Daniel con fuerza—. ¡Yo todavía tengo unas cuentas que arreglar con esas putas perras!».

«—¿Que vas a hacer?».

«—¿Y a ti que te parece? —dijo Errol antes de perderse de la vista de Daniel—. Esto no se va a quedar así».

—No lo sé… —contestó Daniel bajando la mirada—. No tengo idea de qué estaba haciendo allá.


*****


La sonrisa de Emma se intensificó al verlo. Habían pasado todos los días de la semana hablando por mensajes, audios y llamadas. Extrañaba su presencia y su sonrisa tan cautivadora, y verlo de nuevo, allí, bajo la sombra del edificio del auditorio, reposando sobre el muro mientras esperaba su llegada, fue suficiente para que su corazón saltara de alegría.

La rubia se acercó con lentitud hasta que sus miradas echaron chispas al colisionar una con la otra.

—¡Emma! Buen día.

—¡Hola, Leony!

—Al fin nos vemos. ¿Cómo estas? ¿Que tal tu primera semana universitaria?

—Abrumadora —contestó recogiendo su cabello hacia atrás—. Ya tenemos miles de trabajos por hacer, y una enorme pila de fotocopias que todavía no tuve tiempo de sacar. ¿Que tal tu carrera de genios?

—Estresante, pero entretenido a partes iguales. Los rumores sobre el profesor Sabagh eran ciertos. Parece que él es el profesor «filtro», apenas nos da tiempo de respirar y escribir. Aún así, creo que le agrado. Dice que soy buen estudiante.

—No sé porque será. No es como si supieses reparar celulares o algo así.

Ambos compartieron unas risas.

—¿Sabes porque el director nos llamó aquí? —preguntó él.

—No. Solo espero que sean buenas noticias. ¿Entramos? Las chicas nos reservaron lugares.

—Si, claro. Vamos.

Leonard abrió la puerta para que Emma ingresara y ambos se dirigieron hacia el interior del auditorio, en dónde Brenda y Julia los esperaban con dos asientos libres. El lugar reavivó en Emma emociones encontradas. Por un lado, la emoción y alegría que sintió al haber ganado en este lugar la beca honorífica, pero por otro, también un amargo pesar al haber roto los pocos lazos que se habían formado con alguien que pensaba, sería una gran amiga.

A diferencia de cuando se inició la competencia por la beca, el lugar ahora estaba casi completamente vacío, a excepción de un puñado de entre treinta personas: aquellos que habían viajado junto con Emma en el crucero.

La dupla tomó asiento. Emma volvió a encontrarse con Brenda: un guiño de ojo simpático y un dedo pulgar arriba le dio la certeza que la entrevista con el oficial de policía había llegado a buen puerto. Eso eran buenas noticias. Poco después, el director Bacon Benjamin hizo acto de presencia. El escenario se silenció y el hombre tomó la palabra.

—Buenos días alumnos. Les agradezco a todos su presencia a estas horas tan tempranas de la madrugada. Sé que tal vez los convoqué de manera muy apresurada, pero prometo recompensarlos con excelentes noticias —dijo el director—. Me es grato anunciarles a todos que las fuerzas de seguridad ya han finalizado con sus actividades de investigación en el campus. Felicito y agradezco a todos por cooperar con ellos. Quiero pensar que cada uno de ustedes fue honesto e íntegro en sus respuestas. Aunque el caso Locker todavía no se cerró, ya no tendremos ninguna interrupción por parte de la policía en nuestras instalaciones. Por lo que podrán proseguir con sus actividades estudiantiles con la paz y armonía que nos caracteriza como institución.

»Y ahora, el verdadero motivo por el cual los estoy reuniendo aquí, es para darles una noticia que espero sea de su agrado. Esta primera semana de clases, la junta directiva ha llegado a un acuerdo en común para brindarles al último grupo de ingresantes, a modo de compensación por el incidente que sufrió nuestro crucero, un viaje turístico a una de las zonas más icónicas de la Isla Blau: El faro del fin del mundo.

»Tranquilos. Que el nombre no los asuste. Es una de las tantas zonas turísticas que la isla ofrece. El viaje se hará el día de mañana por la mañana, no es de carácter obligatorio, pero personalmente recomiendo asistir si desean pasar un rato agradable con sus compañeros, disfrutar de las maravillosas vistas de la isla y del mar, y también despegarse un poco de las ataduras de la tecnología y gozar de todo lo que la naturaleza puede ofrecer en los puntos libres de señal. El viaje será realizado en dos turnos consecutivos para evitar que sus profesores manejen un rango muy alto de personas a la vez. Podrán ver el turno que les tocó en una lista que se encontrará pegada en la puerta del auditorio. De parte de la junta directiva, y de mi persona, procuren divertirse y pasar un momento agradable, pero recuerden siempre cuidar a sus prójimos. Sé que esto no borrará inmediatamente el trágico suceso de la tormenta que tuvieron la desgracia de experimentar las alumnas como Fisher y Clark, pero espero que al menos, este viaje pueda servir para amortiguar un poco esa tragedia.

»Cualquier pregunta que tengan respecto al viaje, los profesores Sabagh y Rotingham estarán al pendiente para despejar todas sus dudas. Me despido y que pasen un hermoso fin de semana.


*****

—¡Ah, que mierda! ¿A Leonard le toca el grupo uno? —preguntó Julia revisando el cartel de la puerta.

—Eso parece —contestó el joven—. No me toca con ninguna de ustedes. Que lástima.

—¿Y no se puede cambiar el turno? —preguntó Brenda.

—Le pregunté a Rotingham, y solo es posible si alguien de su turno decide no asistir —respondió Leonard frotando su cabello—. Pero al parecer todos confirmaron que irán.

—Es lógico, no creo que nadie quiera perderse esta oportunidad —dijo Emma.

—No importa. Hay muchos lugares en la isla que podemos visitar más adelante —dijo Leonard.

—¡Si! ¡E iremos a todos! —añadió Julia con gran entusiasmo.

—Dalo por hecho —dijo Lonard—. Bien chicas. Fue un gusto verlas a todas aunque fuese por poco tiempo. Ya me tengo que ir a clases. Suerte. —se dirigió a Emma—. ¿Nos veremos el fin de semana?

—Lo voy a pensar —sonrió—. Claro que si.

—Genial.

Leonard se despidió de las chicas y marchó a la universidad. Emma, Julia y Brenda se quedaron un rato más para platicar sobre el viaje y sobre todas las fotos que Julia sacaría. Pero entonces, alguien más se unió a la conversación…

—Hola, Emma.

La aludida se volteó con sorpresa al reconocer a Daniel.

—Dani. ¿Todo bien?

—¿Podemos hablar un segundo?

—Claro, es lo que hacemos.

—A solas, por favor —se dirigió a las chicas—. Si no les molesta.

—Dani, estas raro, hombre —dijo Julia acercándose a él para tocarle la frente—. Hace mucho que no nos vemos y solo saludas a Emma. ¿Que te pasa? ¿Te hicimos algo malo? ¿Estas enojado con nosotras? ¿Conmigo?

—No —contestó a secas apartándo la mano de Julia—. Tengo que hablar algo con ella, eso es todo. ¿Pueden ser tan amables de dejarnos a solas?

—Hmm… —Julia sintió un pinchazo al escuchar esas palabras, pero terminó aceptando—. Bien. Como quieras. Emma, te vemos en el almuerzo.

—Claro. Nos vemos.

Brenda esbozó una mueca al ver a Julia clavar los tacones al avanzar, intentó conectar una mirada con Daniel, pero solo fue ignorada. Resopló y se marchó.

—No te tenía tan antipático, Dani —dijo Brenda al pasar a su lado.

El joven no se inmutó y aguardó hasta quedar completamente a solas con Emma para comenzar a hablar.

—Teníamos una conversación pendiente. ¿Lo recuerdas?

—Si. Lo recuerdo. Hablamos de Errol y tu quisiste preguntarme algo. ¿Que pasa, Dani?

—Si. Tal y como dices, mi duda es sobre Errol. Yo estuve con él antes de su incidente… antes de que falleciera.

—¿Como?

—Cuando la primer ola chocó contra el barco, sabía que Errol se encontraba en la enfermería, así que fui a buscarlo. Todavía me repugnaba lo que le había hecho a Brenda, pero de todas formas, sentí que esa broma que tu y Ada le hicieron fue demasiado. Así que quise hablar con él personalmente.

Emma sintió un calor subir en todo su organismo al escuchar sobre la broma.

—Dani. Por casualidad… ¿le dijiste a alguien que nosotras fuimos quienes hicieron esa broma?

—No.

—Ok…

—Todavía. Me guardé muchas cosas al hablar con la policía. Y siendo honesto, me repudio por eso, pero antes de contar todo lo que sé. Quiero primero saber tu versión de la historia. Y te pido que seas honesta.

Emma asintió, expectante.

—Como dije, fui a hablar con Errol en persona, lo encontré en la enfermería. Estaba destruido. Esa broma le hizo mucho daño, y no hablo del físico, sino emocional. Apenas quiso hablar conmigo, así que le dije que se calmara, y le ofrecí que me siguiera hasta el bar Stocolmo en dónde estaban reuniendo a todos los ingresantes. Todo hubiese salido bien, hasta que de repente, no sé, se volvió loco. Me dijo que tenía que arreglar cuentas con ustedes, que te había visto pasar corriendo en los exteriores del barco.

Emma tragó saliva.

—Al principio me pareció una locura. Le dije que estaba alucinando cosas. Pero solo se enfureció más, me gritó y se marchó. Todavía pienso que si hubiese sido más inteligente, lo hubiese detenido y el no hubiese muerto —dijo apretando los labios—. Pero no fue así. El murió poco después, en el segundo impacto, y luego me entero que tu y Ada también estaban allí en ese momento. Entonces pensé que lo que había dicho Errol a fin de cuentas era cierto. Él si te vio, ¿no es así?

—Yo —Emma sintió su corazón queriendo arrancarle el pecho y salir afuera—. No lo sé. Quizás si me vio, eso no puedo saberlo. Pero es verdad que yo salí al exterior del barco porque pensaba que Julia y Brenda estaban en peligro. Pero yo nunca lo volví a ver después de eso.

Daniel esbozó una mueca de resignación. Al parecer las palabras de Emma no lo habían convencido del todo.

—¿No vas a decirme la verdad?

—Esa… es la verdad. No hay nada más.

Daniel suspiró.

—Está bien. Es todo lo que necesitaba saber. Hablaré con Ada, pero si ella me miente tan mal como lo haz hecho tú… le contaré a las autoridades este pequeño detalle. Y que ellos averigüen el resto.

—Espera, Dani. ¿No podemos hablarlo…?

—Ya lo hicimos —dijo y se marchó.

*****


El bostezo que salió expulsado de su boca fue tan fuerte que incluso tembló al hacerlo. Las butacas del autobús de transporte exclusivo de Vanlongward eran una verdadera joya a nivel comodidad, y si a eso se sumaban las pocas horas de sueño que Ada había conciliado por la noche, el resultado sería una siesta inminente… pero no podía ser así. No hoy. No con la noticia que había recibido el día anterior de una rubia de ojos muy particulares que la abordó a la hora del receso, interrumpiendo su cigarrillo matutino en el balcón de la universidad.

«Tengo una mala noticia…», fue lo que dijo. Aunque no fue sorpresa para ella, sabía que en algún momento metería la pata, aunque no pensaba que lo haría tan pronto. Lo único que ella le había pedido era que fuese reservada respecto al suceso del crucero, y aún así, si ni siquiera fue capaz de convencer a Daniel que ellas no habían tenido contacto con Errol, y si no podía mentirle a un simple adolescente, lo más seguro es que la policía tampoco se habían tragado el cuento. Suspiró con desdén. Al parecer la única con dos malditos dedos de frente para poder arreglar toda esta situación tenía que ser ella misma.

La ironía del destino la hizo sonreír: El autobús se detuvo en un control policial a orillas de un puente que cruzaba sobre un río ancho, de aspecto profundo, y con un caudal de agua salvaje y veloz. Si pudiese arrojar a la rubia allí probablemente más de uno de sus problemas se solucionarían… o quizás solo uno, pero la satisfacción sería excelsa, sin lugar a dudas.

El autobús continuó su curso y su mirada se dirigió hacia Daniel, a unas filas delante de ella. Tenía que encontrar la manera de hacerlo cambiar de parecer si quería zanjar este asunto lo más pronto posible. Pero no sería nada fácil, mentirle podría resultar perjudicial, pero contarle la verdad supondría tener un cabo suelto bamboleándose por los pasillos de la universidad… y eso no era algo que le trasmitiera mucha confianza.

Ada repitió la secuencia de la posible conversación que tendría con él, evaluó sus potenciales reacciones, y por si acaso, solo por si acaso… preparó un chantaje mental si las cosas se complicaban. ¿O una amenaza sería mejor? Se mordió los labios y resopló al segundo siguiente. Pocas veces le pasaba algo así a ella… pocas veces le pasaba, que no tenía ni la menor idea de lo que iba a decir.

El autobús se desvió por un camino lateral y se estacionó poco después en un parador. El lugar se encontraba repleto de turistas, que formaban fila para ascender en teleféricos hacia una zona montañosa, lugar dónde se erigía el famoso faro del fin del mundo de Isla Blau. Los pasajeros de Vanlongward descendieron de uno en uno para ser trasladados hacia una caseta pequeña al final del estacionamiento. Inmediatamente, la profesora Samara Rotingham enseño la credencial de su prestigiosa universidad al hombre que atendía en la caja, y como por arte de magia —o por los billetes del director—, todos pudieron pasar sin pagar un centavo.

La profesora reunió a los dieciséis alumnos a su disposición a los pies del teleférico y los animó a reunirse en parejas de dos personas para el ascenso. Ada vio su oportunidad en ese momento. Podría tratar de hablar con Daniel mientras viajaban en el teleférico. La chica avanzó entre sus compañeros y apartó a una pelirroja que se había formado junto a Daniel, quizás con un poco-demasiada brusquedad.

—¡Hey!

—Lo siento, necesito hablar con él. ¿Te molesta?

—No. Pero podrías ser más cuidadosa.

—Tienes razón. Perdón —Ada se volteó hacia Daniel—. ¿Te parece si vamos juntos?

Daniel asintió sin mediar palabra hasta que llegó su turno de subirse al teleférico. Ambos ingresaron a la cabina y las puertas se cerraron, comenzando un ascenso lento y espantosamente incómodo.

—Imagino que Emma te dijo que quería hablar contigo —cortó el silencio Daniel, observando, de pie, el paisaje achicándose a su alrededor.

—Eres rápido.

—No. Si hubiese sido rápido hubiese sabido cuales eran tus verdaderas intenciones cuando te acercaste a Errol y a mi en la piscina.

—Ok. Noto un poco de aspereza en tu forma de hablar. Así que vamos a ser directos, ¿que quieres saber? ¿Piensas que la rubia y yo matamos a tu compañerito de travesuras?

—Yo apenas lo conocía. No sé de que travesuras hablas —dijo él echándole una mirada furtiva—. En todo caso, quiero saber que fue lo que realmente sucedió allá. ¿Cuál es el maldito misterio? ¿Porque Emma me mintió?

—Porque es una tonta que no sabe controlar sus emociones. Y no hay ningún misterio, Daniel —dijo agitándo su cabello hacia atrás—. Así que puedes respirar tranquilo, no estás parado frente a una asesina. Yo lo único que quiero es seguir con mis actividades y hacer de cuenta que lo que pasó en ese puto barco desaparezca de mi memoria. Porque te recuerdo, por si no lo sabías, que ella y yo estuvimos a un maldito celular con flash… de morir ahogadas en el atlántico.

—Si. Lo sé. Pero todavía hay cosas que no me cierran…y no entiendo porque ustedes están ocultando la verdad a la policía.

—¿Y cuál es esa verdad que estamos ocultando?¿Según tú?

—Errol no murió en un accidente. Tuvo una pelea. Lo sé porque la policía me mostró las fotos del cadáver. La autopsia reveló daños por contusiones, como si, alguien lo hubiese molido a golpes. Y ni hablar de la mordida en su oreja, la tenía arrancada. Una ola, no importa lo devastadora que sea, no hace eso. Ustedes, si mal no recuerdo, también fueron alcanzadas por una ola y aquí estás. Sin un rasguño.

—Tuvimos mucha, y repito, mucha suerte. Solo es eso —Ada se acercó hasta Daniel con una mirada decidida—. Escúchame. Nosotras no matamos a Errol. Esa es la verdad.

—Pero si lo vieron. Estuvieron con él. ¿O me equivoco?

Y allí estaba, la pregunta clave. Ada desvió su mirada en ese segundo, podría continuar mintiendo para garantizar su coartada o decirle la verdad e intentar ponerlo de su lado. Cerró los ojos. Por más que aborreció su decisión… optó por la verdad.

—Si. Es verdad —dijo ella relajando los hombros y reposándose en el cristal de la cabina—. Estuvimos con él, ¿ok? Se nos apareció de repente con una maldita barra de gimnasio en las manos, golpeando las paredes, gritando e insultándonos. «Ustedes me arruinaron la vida», y no se que otras mierdas más escupió esa noche. Estábamos asustadas así que peleamos. Emma le mordió la oreja, él la arrojó al suelo, yo le di con la barra en la espalda, el puto barco se inclinó y él se cayó. Fin de la historia. No hay nada más. Era él o nosotras —subió la mirada al cielo—. Te repito… tuvimos una suerte sobrehumana esa noche. Podríamos haber terminado exactamente igual que él.

Daniel asintió intentando procesarlo todo.

—Todavía no entiendo… ¿porque no le dijeron nada a la policía?

—Eso si te lo reconozco. Es culpa mía. Yo le dije a Emma que mantuviéramos esto en secreto. Si la policía se enterara de la verdad, yo sería la más perjudicada. —sus ojos comenzaron a cristalizarse al recordar un evento pasado—. Lo siento. Es todo lo que puedo decirte.

El teleférico se detuvo en la cima, y las puertas se abrieron.

—Y yo lo siento por ti —dijo Daniel perfilando para marcharse—. Pero yo esto tengo que aclararlo con las autoridades. Entiendo tu posición y tu miedo. Pero testificaré a tu favor, de eso puedes estar segura. Errol no era una buena persona, pero mi familia me educó para ser íntegro con mis ideales. Y yo creo que decir la verdad, en este caso, es lo mejor que podemos hacer. Gracias por hablar conmigo, Ada.

Ada pestañeó tan fuerte y tan deprisa que apenas pudo procesar lo que acababa de escuchar.

—¡Espera, espera! ¿Que? —la chica salió del teleférico como una gacela y se colocó frente a Daniel—. ¿Vas a hablar? ¿Después de lo que te dije? ¿Es que no me escuchaste? ¡La policía no puede enterarse de esto! Podría… terminar muy mal para mi.

—Ya tomé la decisión. Como te dije, me aseguraré de estar a tu favor. Pero no nos corresponde a nosotros decidir, sino a la justicia —sentenció Daniel, continuando su camino—. Eso es lo correcto, Ada.

Las manos de Ada comenzaron a temblar, incesantes, y rapidamente comenzó a quedarse sin aliento. Su pudiese haber mordido algo y desgarrarlo con los dientes en ese momento, lo hubiese hecho para poder soportar todo el estrés que se manifestó en su cuerpo en ese instante. Tenía que hacer algo… tenía que convencerlo de no hablar. De no meterse en su camino.

De repente, su mente encontró una respuesta fugaz. No quería hacerlo, hubiese preferido no tener que llegar a estos extremos, pero la actitud de Daniel no le dejó más remedio que recurrir a su último recurso: la amenaza.

—No me obligues…

Daniel detuvo sus pasos y se volteó indiferente. Ada avanzó.

—No me obligues a hacer algo que no quiero. No me caes mal, se nota que eres una buena persona. Por eso solo te pido que lo pienses con detenimiento. Porque si te vas a meter en mi camino —dos esferas azules, impregnadas en determinación se clavaron en Daniel—, te prometo que vas a salir perdiendo.

—¿Estás amenazándome?

—No. Te lo estoy garantizando. Si te metes conmigo… vas a terminar muy mal.

—Que lástima. Lamento mucho que te sientas así de desesperada como para recurrir a una amenaza —dijo él, comenzando a alejarse—. Haz lo que quieras, pero cuando el viaje termine, iré al puente y hablaré con el primer oficial que me cruce. Lo siento mucho por ti y por Emma. Ella me caía muy bien.

Daniel no tardó en abandonar a Ada y reunirse junto al resto del grupo de estudiantes. Un soplido de viento sacudió el cabello azabache de Ada, mientras sus ojos, abrigando una preocupación que se encontraba al borde del colapso, permanecían en un punto fijo, sin dirección alguna.

«Desesperada», repitió su voz interna. No era una mala definición para ella ahora mismo, allí, de pie sin mover un solo músculo, con su mente revolucionándose, intentando a toda costa hallar una respuesta o una solución a todo este embrollo.

Su mano izquierda acarició el tatuaje de su brazo derecho, recordando, analizando y decidiendo, todo en la misma fracción de segundo: primero, recordando sus orígenes, su pasado como alguien vulnerable y débil, un «alguien» que jamás podía volver a emerger; luego analizó su presente, lleno de promesas para un futuro mejor, pero a su vez, como ahora, lleno de obstáculos y complicaciones que merecían tomar una decisión crucial.

Una decisión que cambiaría la vida de, al menos, una persona. Lastimosamente, una persona que probablemente no se lo merecía. ¿Pero que más podía hacer? ¿Rendirse? ¿Volver a empezar? ¿Abandonar sus objetivos?

Imposible. Ella sabía que abandonar nunca fue una opción cuando comenzó este nuevo camino en su vida. Cerró sus ojos y dejó que su cerebro hiciera el trabajo. Ahora mismo, la prioridad era callar a Daniel ahora y siempre, y que no volviese a meterse en sus asuntos.

Ada reconoció en su interior que él tenía razón en una cosa: Si, estaba desesperada. Pero lo que Daniel no sabía, es que ella, así, es como funciona mejor.

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